Ni una vida menos
Creo sin miedo a equivocarme, que dentro de cualquier día especial, reunión o festividad que podamos tener en noviembre, de forma inevitable por el ámbito cultural, religioso o como se lo desee denominar; una de las primeras repercusiones que nos trae a todos como humanidad en general, es esta famosa conmemoración o día de los fieles difuntos, celebrado precisamente al inicio de este mes.
Y sí, capaz una fecha con expectativa para algunos, debido a querer mantener por siempre el bonito recuerdo de quienes en esta vida terrenal, se hayan marcado hasta el alma en ellos; así sean personas que biológicamente Dios les regaló, o también seres que por ese vínculo que va más allá de la sangre, fueron de un significado gigante para sus corazones. Aunque también sé que hay personas que quisieran evitar esta tradición, por lo sombrío que les representa esa ausencia física de por vida de aquel padre, hermano, o amigo; de quienes solo les puede quedar la esperanza de volverlos a ver en aquella vida después de esta, que tanto se ha escuchado.
Tomando la coyuntura actual de esta pandemia que nos afectó como mundo entero, de todas las lecciones más difíciles que nos deja por asimilar, son las pérdidas de aquellos que aún no tenían una edad avanzada para dejarnos, no tenían ni la mitad sus proyectos realizados, o quizás ni siquiera habían podido ver a sus hijos convertirse en los hombres que soñaban ver.
Puede ser verdad que en algún punto de nuestra existencia, todos deberíamos aceptar esa realidad que nos tocará pasar, pese a que también nunca podremos estar enteramente preparados para ese momento; y es ahí donde nos viene bien recordar en nuestro día a día esta gran verdad de la Palabra de nuestro Dios: “Mientras haya vida, hay esperanza” Eclesiastés 9:4. Porque de esta forma, estaremos lo más cerca de la representación correcta, de cómo debemos pasar cada episodio de nuestra historia aquí de su mano.
Y como ya no podemos realizar algo para obviar el hecho absoluto de nuestra extinción en esta tierra, lo que si es cierto es que podemos hacer todo para que nosotros y los nuestros, estemos juntos en ese reino eterno que nos tiene deparado nuestro Padre Celestial, a quienes hemos sido hechos sus hijos por medio de nuestro Señor y Salvador Jesús. “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.” Juan 10:10.
Y así vayamos a seguir experimentando las partidas inmensurables de nuestros diversos seres queridos, en el transcurso de esta vida, pues que por medio de nuestra vida con Jesús, ya no haya una sola vida menos que deje esta esfera terrenal, sin ir a gozar de su paraíso de gloria para siempre. “Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?” Juan 11:25-26.
Autor: Hugo Sauhing.